De arrecifes y otras derivas


Lloras...

Lloras. Sobre mi brazo que te sirve de almohada siento que se quiebra una lágrima. Primero una. Luego otra, hasta que poco a poco te deshaces del alma.
Lloras.
Como una gota en la caverna tu suave y humilde y recatado llanto va abriendo oquedades en la medianoche de la noche. Te abrazo. Te me escapas. Sin moverte siquiera te me escapas con la respuesta de siempre cuando lloras: es el mar que me mata y después un silencio que se alarga mientras mis dedos se enredan en el sargazo de tu pelo, buscando brincar esa distancia, buscando llenar ese abismo que debe haber entre mi miedo y tu nostalgia, buscando ver qué tan grande es el hueco que se te fue creciendo dentro el alma.
Es cierto, que el mar, ciego, se estrella contra los inamovibles farallones, o en la playa se rompe en miríadas de estrellas de alabastro, o ensaya una triste canción contra las paredes de las pangas, pero como para que el mar te mate de tristeza, como para que te reseque la garganta, como para que el mar te parta en dos todas las noches. Sí, es el mar que me mata, insistes; te desplomas, sola, fugaz, deshabitada, y yo me imagino que tus ojos atraviesan los muros de la casa y buscan en la playa, buscan cuando tú yo corríamos desnudos por la arena plateada por la luna, sin temor a que la gente descubriera nuestra luminiscencia desde lejos, y desde lejos, nos hacía ver como pequeños peces submarinos que en el fondo brillaban.
¿Por qué amar el mar de esa manera? ¿Por qué amar esa vastedad que daba miedo si con oír una caracola nos bastaba? Pienso, intento, adivino, para que ahora vengas y me digas que es el mar que me mata.
¿Por qué? Pregunto y mi pregunta se me queda colgada entre las plumas de cormorán herido en la borrasca porque te escucho muerta, desahuciada, cansada por ese largo duermevela que debe ser llorar en madrugada.

Llego junto a la Maula...

Llego junto a la Maula, la diviso
Veo su cuerpo tendido como azul arrecife
brillando en aquel desierto que es la noche.
Esa luz de la Maula, tan mansamente irreductible
tan apasiblemente irrefragable
Esa luz deshabitada, sola, como una isla en el espacio
Esa luz como faro que arroja playas siderales a mi
barco galáctico,
Me desvisto, pequeño, me recuesto
temiendo apagar esa hoguera silenciosa
luminiscente, suave.
Todo tiene de cosmos, de desierto,
de mar que huele a hembra recién bañada
donde captura peces somnolientos
y donde sus manos son parvadas de gaviotas
ciegas de tanto sueño.
Me aprieto contra las nalgas de la Maula
Me protejo en su espalda
Me dejo llevar por ese plenilunio inacabable
Por ese suave lamento de sirena varada a media noche
Me despellejo, me transporo, me deshago en la nada…



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También puedes ver mi blog "El Terreno de la Loma" en: http://elterrenodelaloma.blogspot.com/



En el espacio interior de cada quien, hay un animal que sueña...