Me veo cuando a veces veo que me ves
en los espejos de tus ojos que ven cuando nos vemos
y en esa mirada miramos que nos miran
una mujer y un hombre que se quieren
y queriéndose quieren seguir queriendo más
y sobran las caricias pues se acarician solas
esas miradas que son como caricias.
Te quiero y te quiero querer como me quieres
Mirarte, verte, quererte, acariciarte

Llueve


Llueve, igual que siempre llueve,
mas qué importa que el cielo se derrumbe
sobre la línea gris del horizonte.
Llueve con la misma simpleza
de lo que no lastima
con su inocua sustancia el cielo baja
y toca con sus dedos de luz la superficie

Llueve, toda la tarde llueve,
y mañana quizá siga lloviendo
y no tendrá la vida otro remedio
que seguir dando tumbos
por este camino lodoso y empapado.

Llueve y la llovizna lava
el cielo, las almas, las angustias,
lo que debe lavar y para siempre

Llueve, y qué bueno que llueva
y que la lluvia no sea una canción
dentro del alma,
sino simple y sencillamente el agua
que se precipita en cascada a los abismos
inofensiva, anodina, abandonada…

Larga la noche...



Larga la noche,
larga y espesa como coágulo,
largo el silencio de este mundo
que ya no gobernamos
sino los ruidos y las sombras,
largo el olvido porque el cuerpo
se despoja de todo y se suicida,
largo el recuerdo de todo lo que fuimos,
larga la espera del que nunca se duerme
pero por costumbre se desnuda y se acuesta,
larga la ausencia de los que no se quieren
pero que se respiran y se rozan,
largo el recuento de los que no han amado,
largo el dolor de los que se hallan solos,
larga la noche, el miedo largo,
y el ojo que no pega ni se cansa
en este abismo largo,
profundamente largo.

La amante del...


Ella dice el último adiós y cierra el pestillo de la puerta. Se recarga por un momento en la superficie labrada de madera y desparrama su vista sobre aquella desordenada soledad. Es entonces que entra en febril ansiedad. Sus músculos se tensan y le hierve la piel por todas partes. Sabe que su amante está ahí, esperándola entre aquel mar de camisetas y zapatos regados por el suelo, entre los olores de restos de comida y pan tostado, en aquel espacio a donde se introducen como un murmullo los ruidos de la calle, Allí.
No supo cómo empezó a quererlo y a necesitar de él con esa locura arrebatada y contenida a duras penas por el resto del día, ni tampoco cómo estando en la casa todo el tiempo su marido y sus hijos no lo notasen. Lo cierto es que a esa hora bienhabida se desnudaba poco a poco y completa frente a él, con la angustia tronándole en la garganta y en las sienes, con la pasión resecándole el alma como una brasa ardiente.
Poco a poco se desnudaba, balancéandose al ritmo de una suave canción imaginaria y sus ojos se abrían desmesuradamente cuando él le parecía susurrar, quedo, despacio, y cuando sus manos suaves de mujer le arropaban el cuerpo tembloroso.
Él, que la vigilaba como pero desde cualquier rincón; él,que asentía excitado cuando ella se probaba las minúsculas prendas, el vestido entallado, las sugerentes medias. Él, que aspiraba el perfume que ella colocaba en su garganta, siempre viéndola.
No había palabras en esa entrega cotidiana, sólo los balbuceos de dos que se hacen uno, mientras la vida afuera se hacía flor y viento y mundo y todo.
Luego al salir era otra, a su rostro volvía la sonrisa y su trabajo era menos pesado y agobiante. Todo valía la pena por aquel momento inolvidable; volver a casa y atacar los trastos que esperaban repletos, la ropa sucia inacabable, los hijos, la comida, la siesta, las horas que se hilaban en el ovillo de la vida, el esposo...
Y en la noche, cuando el mundo se va apagando, cuando los ruidos también se van durmiendo, cuando el sueño lame las heridas del cuerpo, cuando las palabras suaves del marido abren un hueco en la enorme distancia de los oscuro para preguntarle que si me quieres todavía, ella le acaricia el cabello con los dedos y le dice sí, duerme, que aún te quiero todavía; y teme que el dejo de impaciencia la traicione.
Sabe que está ahí, observándole quieto como siempre, eternamente silencioso; y entonces sonríe levemente mientras se va durmiendo sin sentirlo.
Sabe que mañana el mundo brotará nuevamente, que habrá un beso y un adiós, que correrá el pestillo de la puerta y entonces verá de nueva cuenta, en el mismo lugar y de la misma forma a su amante, el espejo.

Si no fuera el olvido

Si no fuera el olvido en las almas
de los abandonados,
si el olvido no fuera en algún tiempo,
en algún tiempo lejano o inesperado;
un tiempo que apareciera en letras grandes
-¡Viernes es hoy! Nos gritara desde el fondo
del cuarto y nosotros en la entrada
con los ojos abiertos pero ciegos
sin saber, ni siquiera imaginarse
quién y por qué razón se ha preocupado
de deshojar diariamente el calendario…

Si no fuera el olvido en algún tiempo
así como si no fuera la muerte;
los sentimientos serían alma en pena,
vejestorios reumáticos y enfermos
doloridos por siempre en hospitales,
despiertos para siempre en las almohadas,
hambrientos para siempre e insatisfechos
si el olvido no fuera…

Si no fuera el olvido una promesa,
si el olvido no fuera,
tampoco sería posible la esperanza
que como luz interna nos creciera,
ni el pálpito de paz que cure el alma
ni la resignación anticipada
ni atreverse a llorar de vez en cuando
porque nadie sería capaz aunque quisiera
de llorar para siempre en esta vida
si el olvido no fuera…

Si el olvido no fuera en algún tiempo,
si no fuera posible que existiera
y empapara su brisa refrescante
las aceras desiertas de las calles,
de las calles desiertas de la espera;
siempre serían derrotas los adioses
y sal sobre la llaga las quimeras,
nunca milagro el amor sino pecado
y el rencor una flama duradera
homicida tal vez, suicida acaso,
si el olvido no fuera…

Pero el olvido será en todos los tiempos
una oración, un credo, la buena nueva
de los desamparados del espíritu.
Será el olvido y no el amor el que nos mueva,
Porque no fuera el amor de nueva cuenta
Si el olvido no fuera…

De arrecifes y otras derivas


Lloras...

Lloras. Sobre mi brazo que te sirve de almohada siento que se quiebra una lágrima. Primero una. Luego otra, hasta que poco a poco te deshaces del alma.
Lloras.
Como una gota en la caverna tu suave y humilde y recatado llanto va abriendo oquedades en la medianoche de la noche. Te abrazo. Te me escapas. Sin moverte siquiera te me escapas con la respuesta de siempre cuando lloras: es el mar que me mata y después un silencio que se alarga mientras mis dedos se enredan en el sargazo de tu pelo, buscando brincar esa distancia, buscando llenar ese abismo que debe haber entre mi miedo y tu nostalgia, buscando ver qué tan grande es el hueco que se te fue creciendo dentro el alma.
Es cierto, que el mar, ciego, se estrella contra los inamovibles farallones, o en la playa se rompe en miríadas de estrellas de alabastro, o ensaya una triste canción contra las paredes de las pangas, pero como para que el mar te mate de tristeza, como para que te reseque la garganta, como para que el mar te parta en dos todas las noches. Sí, es el mar que me mata, insistes; te desplomas, sola, fugaz, deshabitada, y yo me imagino que tus ojos atraviesan los muros de la casa y buscan en la playa, buscan cuando tú yo corríamos desnudos por la arena plateada por la luna, sin temor a que la gente descubriera nuestra luminiscencia desde lejos, y desde lejos, nos hacía ver como pequeños peces submarinos que en el fondo brillaban.
¿Por qué amar el mar de esa manera? ¿Por qué amar esa vastedad que daba miedo si con oír una caracola nos bastaba? Pienso, intento, adivino, para que ahora vengas y me digas que es el mar que me mata.
¿Por qué? Pregunto y mi pregunta se me queda colgada entre las plumas de cormorán herido en la borrasca porque te escucho muerta, desahuciada, cansada por ese largo duermevela que debe ser llorar en madrugada.

Llego junto a la Maula...

Llego junto a la Maula, la diviso
Veo su cuerpo tendido como azul arrecife
brillando en aquel desierto que es la noche.
Esa luz de la Maula, tan mansamente irreductible
tan apasiblemente irrefragable
Esa luz deshabitada, sola, como una isla en el espacio
Esa luz como faro que arroja playas siderales a mi
barco galáctico,
Me desvisto, pequeño, me recuesto
temiendo apagar esa hoguera silenciosa
luminiscente, suave.
Todo tiene de cosmos, de desierto,
de mar que huele a hembra recién bañada
donde captura peces somnolientos
y donde sus manos son parvadas de gaviotas
ciegas de tanto sueño.
Me aprieto contra las nalgas de la Maula
Me protejo en su espalda
Me dejo llevar por ese plenilunio inacabable
Por ese suave lamento de sirena varada a media noche
Me despellejo, me transporo, me deshago en la nada…



Mira la imagen de Fernando Botero

Crónicas del día...


Esta imagen en http://www.arteespana.com/surrealismo.htm


Con qué soledosa displicencia
con qué acostumbrada soledad
tumbas la hierba la desmontas
pasas las hojas frías
por aquella erosionada opacidad
tus ojos buscan y te buscan
es más te adivinan te presienten
en ese denuedo matutino
tus manos palpan tus mejillas
y entonces te desencuentras
desde el desbrozo rutinario
desde el orín de hierro de tus navajas milenarias
desde el agrio escozor del mentolato
hay otro que no eres tú que te contempla
a través de aquel arenal de tiempos y destiempos
que son los espejos asolvados de sus ojos
te asombras te detienes
rasuras a un hombre que algo tiene de ti
que te recuerda
que te despierta algún afecto consanguíneo
recoges con sus palmas la flacidez de sus mejillas
y él te concede te deja te permite
afeitas a esa premonición de tu desgracia
lo ves
cierras los ojos
afuera hay un mundo que te llama…





Los minutos, las horas
deambulan por la casa tropezándose
con su cojear monorítmico el tiempo se trepa
a los sillones
y se acurruca solo, me observa
atisba como mis dedos bailan sobre el teclado
escribo nomeolvides
y después de eso, nada
el cursor parpadea, espera
Pasa la noche como un barco
como una isla silenciosa
te busco en mis recuerdos
pero luego se escapan
resbaladizos rebeldes insensibles
persiguen aquella estela luminosa
Cómo quisiera escribir como hacía antes
y romper la cuartilla y deshecharla
y comenzar de nuevo
pero aquí borro todo
y escribo de nueva cuenta nomeolvides
con esa terca soledad que me obnubila
con ese mismo miedo de quedarme callado
de no oírme
de no sentirme vivo escribo nomeolvides
como para pensar que me quieres todavía
para detenerte en esa orilla y detenerme
como para salvarte y salvarme de esa muerte
definitiva y exacta del olvido
sólo por no escribir cuánto te quise
e imaginarte llena de otredades
vaga imprecisa diluída
derrumbada en el tiempo
prefiero decirlo así y adivinarte
en el. ortocentro de mi abrazo
que no puede ni quiero que termine
El Tiempo cabecea minutos
me espera como perro
levanta las orejas y otea algún suspiro
tecleo otra vez las mismas letras
nomeolvidesnomeolvides
y caigo en cuenta que quiero decirte nomedejes
con esa hipotalámica sed te necesito
escribo nomeolvidesnomeolvides
y luego me detengo
El tiempo se estira y luego se duerme para siempre
Afuera la noche se pierde maradentro.

Crónicas del día


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Con tan sólo mirarla

Su silueta querida
se recorta a lo lejos
sobre todas las cosas.
El mundo se hace nada
con tan sólo mirarla.
Cómo borra el contorno
su cuerpo detenido
como suave velero
que llena la distancia.

La descubre a lo lejos
sin que nadie lo note
y luego sueña, piensa,
que también lo descubre
y en el centro del río
se encuentran sus miradas
y entonces se imagina
que como él, es un beso
que tiembla en la otra orilla
y que canta la misma
canción desesperada…


Algún día...

Algún día hay dos que se encuentran y se quieren
y van encimando sueños sobre sueños,
esperan un día distinto y diferente
a todos y a ninguno. Esperan
un minuto quizá o tal vez un segundo
que les transforme para siempre la sueñera.
Pero no pasa nada.
La vida se hace una polvareda de recuerdos
de dormires y luego despertares
siempre sabor a espera…

Algún día se abrazan y se duermen
y cada quien se sueña pero el sueño
de cada quien es como una melodía
que se sepulta triste en una tarde triste
de cualquier primavera…

Algún día los hijos se despiertan
y luego que se despiertan vuelan
como parvadas de pájaros del nido
y aquéllos dos se quedan
mirándose de frente y descubriéndose
descubren que la espera
es una parte del amor inevitable
o el mismísimo amor que se renueva…


Si se rompe un espejo

Si se rompe un espejo

Si se rompe un espejo es para siempre
el universo mismo se fragmenta
se quiebra se reduce
toda frontera natural se vuelve arista
cortante en ese mundo pequeño y mutilado

si un espejo se rompe es imposible
restituir la lisa superficie
donde la luz resbale como el agua
y no se rasgue al toparse en la caída
con esas cicatrices que nos miran

Si se rompe el espejo el mundo sigue
desunido incompleto separado
de su otra mitad que se hizo añicos
con sus enormes y gruesas cuarteaduras
en cuyos filos líquidos y finos
se parte para siempre en dos toda esperanza
Si se rompe un espejo es para siempre

Pobres nosotros...

Hay quienes mueren de un golpe
y en silencio.
Pero pobres nosotros
que nos morimos lento,
que se nos van apagando tantas cosas
antes que el mismo cuerpo,
que vamos aprendiendo
a tejerles mortajas blanquecinas
a nuestras propias hambres
y deseos.
Pobres nosotros, pobres,
que enterramos a solas y en el huerto
los mutilados cadáveres
de todos nuestros sueños.
Pobres nosotros, pobres,
que cada vez somos más pobres
sin quererlo…

Este Desierto que llamamos mar...


Ver esta imagen y las demás de la colección



En 1992, Víctor Meza, Omar Castro y un servidor publicamos este poemario titulado Este Desierto que llamamos mar... a un año luz de distancia de ese entonces, pongo en este blog la parte que me toca.


I

Cuando nos conocimos el desierto estaba agonizante
como una fiera montaraz,
y la primavera brotaba apenas, tímida
pero con un verdor tal, que desde entonces
presentimos que se haría insolente.
Cuando nos conocimos los tabachines estallaron
y su rojura tiño la bóveda celeste
ocultando el sol y las estrellas.

Cuando nos conocimos, los hombres inventaban la música
y con ella encendían los primeros hogares,
y con ella incendiaban las noches
y en las noches inventaban nuevas formas de amar.

Cuando nos conocimos supe que tenía piel.

II

Tú y yo pensamos que el desierto está lejos;
pero basta mirar a lontananza
para descubrir que un ejército de cactos nos acecha.

El desierto, que no sabe de esperas,
que nunca ha aprendido a compartir.

III

Cuando duermes haces poesía.
Tu cuerpo hecho de espuma evapora las ideas
y sugiere espejismos.
Tus arrecifes brillan a la luz de la luna
y miríadas de estrellas beben sobre el espejo de tu piel.

Eres un pez brillante que me busca
en lo más profundo de tus sueños.

IV

Estás en mí
como la silenciosa cadencia
de un poema maldito.
Bulles en mí
como mi sangre y en mi sangre,
y en mis huesos te reproduces quedamente,
Tu imagen desnuda es un gato plenilunar
que me infarta el cerebro
cada noche.
Estás escrita en cada poro de mi piel
a verso libre
y a tu melodía imperceptible que habita en mis abismos
le es indiferente la rima y la medida.

¿Cómo saciar esta sed inacabable?
¿Cómo extirpar el dulce tumor de tu recuerdo?
y andar por siempre y para siempre
por la calle sin huesos y sin cuerpo.

V

Abrir la jaula;
desatar nuestros tigres.
Dejarnos seducir ante su bestialidad incontenible.
Cerrar los ojos y perdernos
ante el dolor que nos sublima.

Desatar los tigres, nuestros tigres,
acostumbrados al cautiverio imperceptible
a ronronear a la medida de las circunstancias
a inclinar la testa,
a cerrar las fauces para no herir
involuntariamente.

Liberar nuestros tigres
y esperar impasibles
el primer y último zarpazo.

Desatar los tigres ¿qué importa?
y perdernos en el oscuro
e indescriptible
y fascinante vértigo de nuestra propia muerte.


VI

Como siempre
me acerco un poco a ti
y a esta distancia no puedo descifrarte.
La ambigüedad de tu cuerpo a medianoche
me subyuga
y me encadena.
No sé si eres piedra en el desierto
o una barcaza que espera en la bahía.
Mis células son animales sedientos
que te presienten bajo tierra
o que te huelen a distancia.
Quiero tocarte y fluyes por mis dedos
y te escapas.
Pueden pasar las horas y yo sigo
con esta sed plenilunar en mi garganta
por los siglos de los siglos…


VII

Ver tus ojos
es estar otra vez
en las calles oscuras de mi vida,
compartiendo la sal y el pan
con los perros insomnes,
quienes disputaban al viento
la supremacía de la noche;
es perseguir el ruido de mis pasos
por las aceras polvorientas;
es descubrir que la vida es otra
cuando duerme;
es contemplar cómo los sueños
alumbran las terrazas y los pórticos;
es escuchar cómo las flores
hablan sin cortapisas
de su orgullo de ser los vegetales
más hermosos;
es aspirar la noche
y sentir que humedece los pulmones
es descifrar las sombras
en los paredones inservibles;
es un aquí y allá
a la caza de metáforas nocturnas;
es andar, andar, andar,
sin tiempo ni medida.

Ver tus ojos, deveras,
Es estar otra vez en los dieciocho.

VIII

No llegamos a esta ciudad por temor al desierto,
ni nos ahuyentó el fragor de la cigarra
o la ventisca de las tres de la tarde
sino porque una vez, soñamos a esta ciudad
perdida entre la niebla
con el mar metiéndose por puertas y ventanas
en los atardeceres,
con el mar en las calles, en los parques,
en el pan, en el vino y en las conversaciones.

Esta ciudad,
donde los hombres no mueren
sino que se pierden o regresan al mar.

IX
Una noche cualquiera
quisiera quedar vacío de repente
y descubrirte, entonces, tal cual eres,
para que en mis adentros
no penetrara la mínima humedad,
ni la mínima luz,
ni el mínimo sonido;
descubrir que la tibieza de tu piel,
el brillo de tus ojos
y el temblor de tus huesos
son solamente reflejo de mis sueños;
que he estado predicando en el desierto
y construyendo espejismos sobre arenas hirvientes;
descubrir que eres el viento de la tarde;
que reconstruyes mis palabras
y las vas hilvanando en mis adentros.

Entonces quisiera quedarme callado para siempre,
Para no escuchar en ti mis propios ecos.

X

Toma un poema mío,
cualquiera,
y despójalo de todas sus palabras.

Si no me quieres, verás una hoja blanca
como tantas, en actitud de espera.

Pero si acaso me amas,
descubrirás que mi alma
está prendida en sus dobleces,
y que en su olor imperceptible
está mi piel, llamándote,
y que su necesidad de ser escrita
es igual a la necesidad que tengo
de tocarte.

XI
Que nos queramos tanto
y usted tenga que ser igual que todas;
levantarse a las seis de la mañana,
barrer las miserias de su casa,
hacer añicos la madrugada con su escoba
acomodar el día en los cajones
con la misma paciencia casi heróica.

Que nos queramos tanto
y yo sea uno más en el rebaño
que se rasura el sueño diariamente
saludando a un extraño ante el espejo.

Que nos queramos tanto
y descubramos que el mundo se divide
estúpidamente en tres comidas
y una pequeña siesta a media tarde.

XII

Tal vez el otoño esté cerca;
quizá nuestra avenida esté cubierta
de la hojarasca que siempre presentimos;
pero nuestro espíritu es rebelde todavía,
y en los pliegues de nuestra piel
el amor se da como circunstancia inevitable.
Tal vez esté cerca el otoño,
pero tú y yo estamos asidos a la luz
con manos y con dientes
e una espera irrenunciable,
asombrándonos cada vez más
ante las insolentes manifestaciones de la vida,
sin importarnos la agonía amarilla
de las buganvillas en los tejados rotos,
ni la rojura del mar en lontananza,
ni el dolor casi familiar de nuestros huesos.
Tú y yo, como hoy y como siempre,
tomados de la mano,
caminando por las mismas calles olvidadas
hechas de sal y espuma
de esta ciudad perdida en el oceáno.

XIII

Nunca he temido tanto una ventana
como en esta hora, huérfana de sonidos y de luces;
en esta hora en que el silencio
es oscuro y pesado como piedra;
en esta hora en que se agrandan
los mínimos hedores
y los minutos arrastran los pasos
y se alejan maldiciendo.

Porque una ventana significa
que la luz puede estallar cualquier minuto
y descubrirme desnudo entre las sábanas
rascándome el esqueleto con versos
que olvidaré mañana.

Porque una ventana, en medio de este desierto
significa que el mundo está afuera, vomitando,
trepándose a los autos,
o en cualquier bar,
urdiendo un asesinato a media noche.

Pero también nunca he amado tanto esta ventana
como en esta hora, solitaria,
porque tal vez, fuera de ella, a lo lejos,
exista otra ventana
por la que tú me llamas y me esperas.


XIV

Ser pájaro otra vez,
y sentir el apremio animal de alzar el vuelo,
y beberse en un segundo el infinito,
a bocanadas.

Ser pájaro otra vez,
es darse cuenta que el cielo no está arriba
sino abajo,
impasible, azul imperturbable,
liso, espejo incandescente,
y uno encima de él,
sin el menor resquicio de vergüenza,
sin el menor asomo
de querer volver a ser humano
solamente estar, quieto,
impávido, asombrado,
ante la música del viento.

Ser pájaro otra vez
es sentir en carne propia
que la vida es inconmensurablemente corta
un aleteo más, quizá,
un último graznido que se pierda,
dando tumbos, en los huecos del tiempo.

XV

Cuando el amor acaba
debemos de llorarlo quedamente,
como lloramos a nuestros muertos cotidianos;
debemos de vestir su cadáver inmóvil
y ponerle flores blancas en sus alas marchitas,
y después, llenar con su recuerdo
nuestras horas, ridículamente tristes y vacías.

Así debiera suceder;
pero en todos nosotros,
cuando el amor acaba
suele ser como un vaso que se rompe a pleno día,
o como una melodía que se apaga
en un desierto gélido y lejano,
o como una gaviota que envejece
en la punta del viento,
o como una flor que muere en la intemperie
o como un árbol que se rescabraja solitario
o como una herida que se cierra, lentamente
a puntadas de hastío…

XVI

Lo que me duele de ti
es que hayas dicho
que el mar no otra cosa
más que mar.

XVII

Destrúyeme si quieres,
que ante mi condición vegetal de estar inmóvil
e indefenso
antepongo la sabiduría del desierto.

No vencerás del todo
en esta guerra milenaria,
pues en la sed interior de la semilla
yazgo,
atisbándote,
esperando tu inevitable tiempo de aguas.



XVIII

Tal vez nuestro amor no fue así
pero así debió ser.
Porque ¿quién no nos dice que al despertar mañana
nos daremos cuenta que no nos conocemos?
que debemos buscarnos en los agujeros del desierto,
en el interior de la biznaga,
que debemos adivinarnos en las balizas y los muelles,
entre las balaustradas húmedas por la brisa,
en las calles desiertas,
en la sal de todos los caminos,
que debemos de presentirnos en la herrumbre de las
anclas,
en la carcoma de los árboles
o bajo el balastro de los terraplenes;
que debemos encontrarnos y enseñarle a los hombres
nuestra forma antiquísima de amar.

Crónicas del día



Revienta la vida, Maula, donde quiera,
debajo de cualquier piedra,
en cualquier flor, en cualquier hoja
y revienta el amor por consecuencia
y hasta en el rincón más oscuro
hay dos luciérnagas amándose
incendiándose
Se desborda la vida y el amor mueve
al día, lo hace avanzar, lo impulsa
y uno ve en los ojos de todo el mundo, Maula,
con qué amor se renace
y ves cómo se tienden puentes de amor
entre un día y otro
entre una distancia y otra
y ves cómo en torno al amor
la gente se reúne, se aglomera,
y cómo perciben que sólo el amor puede salvarles
por los siglos de los siglos.

Ve cómo la vida es puro amor,
Y tú y yo, Maula, olvidándonos…

Él la huele a distancia...



Él la huele a distancia, la presiente,
desnuda el espacio, detiene el tiempo,
hay tambores de guerra en su garganta
Se desliza entre el gentío como el aire
pesado, como en cámara lenta,
como en el eterno túnel de la muerte
la busca, como buscar la luz sobreviviente.
Ella toca su olor, lame el aire que lleva
su presencia, sus vísceras atadas al potro
de tormentos suplican, se retuercen,
quema y raspa el aire que inhala agonizante
las paredes del alma y sin embargo
baila su corazón en la punta del viento
una canción sabida y olvidada.
Los dos van acercándose y sin verse
van desandando camino tras camino
y van reconstruyendo los puentes que ayer
dinamitaron con adioses y lágrimas
y van levantando paredes carcomidas
por empapados nuncamases
y van recogiendo con sus trémulas manos
las huellas de alabastro que dejaron
por si había necesidad de reencontrarse
y se van encontrando y encontrándose
se cruzan como dos navíos sin luces en la noche
y detrás de ellos parvadas de pájaros marinos
que otean horizontes oscuros y distantes…

http://www.fondosgratis.com.mx/items/fantasia/surrealistas/3164_desde-el-mas-alla/full/3/

Navegamos el sueño



Navegamos el sueño
montados en esta balsa
que son nuestros dos cuerpos abrazados
subimos y bajamos por montañas acuáticas,
a la deriva vamos seguidos por miriadas
de peces luminosos.
Dejamos atrás la silenciosa varazón
de ballenas suicidas en la noche
y con ternura zozobramos.
Una luna arriba y otra abajo nos persiguen
y nosotros ingrávidos flotamos
entre estos dos espejos temblorosos.
Nos dejamos llevar,
Nos alejamos del litoral repleto de arrecifes
como fantasmas blancos ellos, nosotros
como blancos fantasmas
deslizándose en este silencio que es la noche
en esta noche que es un silencio de agua,
yo soy tú, tú eres yo, somos nosotros
indisolubles, anclados uno al otro
con estos cuatro brazos que se abrazan
rodeamos algún arrecife solitario
que como sombra pasa
¿Qué llevamos por vela si estamos desnudos
ante este mundo mágico?
¿Qué cabo puede atarnos a la vida si juntos decidimos
arrojarnos al mar de madrugada
y hoy es noche, ya noche y proseguimos
en esta misma aventura enamorada…

COMO SI FUERA EL PRIMER DÍA












Publicado en Revista Alternativa en 1984



I
Mven Mas

Y después,
cuando acabemos con el tiempo
cuando destruyamos el espacio
estará alguien esperándonos
con las misma ternura
con que nosotros iniciamos este viaje…


II
Andrómeda, querida,
intempestivamente miré tus ojos y tu rostro
a millones de años luz de mi planeta,
tus pies desnudos hoyaban las arenas
de una playa rojiza.
Tu cabellera incandescente
parecía un pequeño sol sobre tus hombros
y tu boca llamándome, llamándome…

Andrómeda, querida,
el universo es algo así como un desierto,
y yo, sediento
bebí la savia de los cactos celestes
y me hice viejos tantas veces
para llegar a ti
que al posarme sobre las arenas movedizas
de tu playa vacía
descubrí que desde la tierra me mirabas…

III
Volver atrás
porque la vida es un espejo,
porque el tiempo es redondo como un globo,
y empezar donde empezaste muchas veces,
es decir, donde nunca empezaste.

Volver atrás,
como si fuera el primer día
y encontrarte agazapado en los rincones
con la misma actitud adolescente
de llorar porque llueve sobre el mundo.



IV
Te confieso
que ignoro si has llegado o si te has ido
que ignoro si esa manía
de verte suspendida en los relojes
es una actitud premonitoria
o un recuerdo
que ignoro si mis entrañas
resistan el esfuezo de convertirte en elemento
que he viajado a tus cosmos
donde una palabra tuya dura un siglo
y una idea un milenio
y después de todo esto
te confieso
que he querido escribirte
como acostumbran los poetas
sabiendo que es inútil
porque estás un segundo antes que el tiempo
y un segundo después.
Te confieso que en este momento me confundo
porque tal vez el tiempo es tan minúsculo
que ni siquiera te percibe
porque en este momento
todos los elementos ignorados
los vientos,
el calendario,
mis piernas,
mis pasos,
la tierra que devoro,
las arborescencias que me briotan,
el mar, que reboza la tierra
y la rebasa,
todo,
se ha convertido en caleidoscopio
que se niega a vestirse de colores
y a explotar como si fuera el primer día…

Te confieso
que te creo
que te siento
que te veo tan húmeda
como mis manos sobre el mundo
como tus abismos en mi cuerpo
como toda la energía del mundo en tus ojos
como las palabras en mis labios.
Tan húmeda
Que creo que tu habita inicial son los rincones
Del océano
Que tu procedencia son las sombras
Lo misterioso
Lo minúsculo
Lo desapercibido
Tan húmeda que cuando los abismos de desborden
se repetirán por todo el universo
un billon de veces
tu imagen
y tu nombre.

También puedes ver mi blog "El Terreno de la Loma" en: http://elterrenodelaloma.blogspot.com/



En el espacio interior de cada quien, hay un animal que sueña...