Crónicas del día


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Con tan sólo mirarla

Su silueta querida
se recorta a lo lejos
sobre todas las cosas.
El mundo se hace nada
con tan sólo mirarla.
Cómo borra el contorno
su cuerpo detenido
como suave velero
que llena la distancia.

La descubre a lo lejos
sin que nadie lo note
y luego sueña, piensa,
que también lo descubre
y en el centro del río
se encuentran sus miradas
y entonces se imagina
que como él, es un beso
que tiembla en la otra orilla
y que canta la misma
canción desesperada…


Algún día...

Algún día hay dos que se encuentran y se quieren
y van encimando sueños sobre sueños,
esperan un día distinto y diferente
a todos y a ninguno. Esperan
un minuto quizá o tal vez un segundo
que les transforme para siempre la sueñera.
Pero no pasa nada.
La vida se hace una polvareda de recuerdos
de dormires y luego despertares
siempre sabor a espera…

Algún día se abrazan y se duermen
y cada quien se sueña pero el sueño
de cada quien es como una melodía
que se sepulta triste en una tarde triste
de cualquier primavera…

Algún día los hijos se despiertan
y luego que se despiertan vuelan
como parvadas de pájaros del nido
y aquéllos dos se quedan
mirándose de frente y descubriéndose
descubren que la espera
es una parte del amor inevitable
o el mismísimo amor que se renueva…


Si se rompe un espejo

Si se rompe un espejo

Si se rompe un espejo es para siempre
el universo mismo se fragmenta
se quiebra se reduce
toda frontera natural se vuelve arista
cortante en ese mundo pequeño y mutilado

si un espejo se rompe es imposible
restituir la lisa superficie
donde la luz resbale como el agua
y no se rasgue al toparse en la caída
con esas cicatrices que nos miran

Si se rompe el espejo el mundo sigue
desunido incompleto separado
de su otra mitad que se hizo añicos
con sus enormes y gruesas cuarteaduras
en cuyos filos líquidos y finos
se parte para siempre en dos toda esperanza
Si se rompe un espejo es para siempre

Pobres nosotros...

Hay quienes mueren de un golpe
y en silencio.
Pero pobres nosotros
que nos morimos lento,
que se nos van apagando tantas cosas
antes que el mismo cuerpo,
que vamos aprendiendo
a tejerles mortajas blanquecinas
a nuestras propias hambres
y deseos.
Pobres nosotros, pobres,
que enterramos a solas y en el huerto
los mutilados cadáveres
de todos nuestros sueños.
Pobres nosotros, pobres,
que cada vez somos más pobres
sin quererlo…

Este Desierto que llamamos mar...


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En 1992, Víctor Meza, Omar Castro y un servidor publicamos este poemario titulado Este Desierto que llamamos mar... a un año luz de distancia de ese entonces, pongo en este blog la parte que me toca.


I

Cuando nos conocimos el desierto estaba agonizante
como una fiera montaraz,
y la primavera brotaba apenas, tímida
pero con un verdor tal, que desde entonces
presentimos que se haría insolente.
Cuando nos conocimos los tabachines estallaron
y su rojura tiño la bóveda celeste
ocultando el sol y las estrellas.

Cuando nos conocimos, los hombres inventaban la música
y con ella encendían los primeros hogares,
y con ella incendiaban las noches
y en las noches inventaban nuevas formas de amar.

Cuando nos conocimos supe que tenía piel.

II

Tú y yo pensamos que el desierto está lejos;
pero basta mirar a lontananza
para descubrir que un ejército de cactos nos acecha.

El desierto, que no sabe de esperas,
que nunca ha aprendido a compartir.

III

Cuando duermes haces poesía.
Tu cuerpo hecho de espuma evapora las ideas
y sugiere espejismos.
Tus arrecifes brillan a la luz de la luna
y miríadas de estrellas beben sobre el espejo de tu piel.

Eres un pez brillante que me busca
en lo más profundo de tus sueños.

IV

Estás en mí
como la silenciosa cadencia
de un poema maldito.
Bulles en mí
como mi sangre y en mi sangre,
y en mis huesos te reproduces quedamente,
Tu imagen desnuda es un gato plenilunar
que me infarta el cerebro
cada noche.
Estás escrita en cada poro de mi piel
a verso libre
y a tu melodía imperceptible que habita en mis abismos
le es indiferente la rima y la medida.

¿Cómo saciar esta sed inacabable?
¿Cómo extirpar el dulce tumor de tu recuerdo?
y andar por siempre y para siempre
por la calle sin huesos y sin cuerpo.

V

Abrir la jaula;
desatar nuestros tigres.
Dejarnos seducir ante su bestialidad incontenible.
Cerrar los ojos y perdernos
ante el dolor que nos sublima.

Desatar los tigres, nuestros tigres,
acostumbrados al cautiverio imperceptible
a ronronear a la medida de las circunstancias
a inclinar la testa,
a cerrar las fauces para no herir
involuntariamente.

Liberar nuestros tigres
y esperar impasibles
el primer y último zarpazo.

Desatar los tigres ¿qué importa?
y perdernos en el oscuro
e indescriptible
y fascinante vértigo de nuestra propia muerte.


VI

Como siempre
me acerco un poco a ti
y a esta distancia no puedo descifrarte.
La ambigüedad de tu cuerpo a medianoche
me subyuga
y me encadena.
No sé si eres piedra en el desierto
o una barcaza que espera en la bahía.
Mis células son animales sedientos
que te presienten bajo tierra
o que te huelen a distancia.
Quiero tocarte y fluyes por mis dedos
y te escapas.
Pueden pasar las horas y yo sigo
con esta sed plenilunar en mi garganta
por los siglos de los siglos…


VII

Ver tus ojos
es estar otra vez
en las calles oscuras de mi vida,
compartiendo la sal y el pan
con los perros insomnes,
quienes disputaban al viento
la supremacía de la noche;
es perseguir el ruido de mis pasos
por las aceras polvorientas;
es descubrir que la vida es otra
cuando duerme;
es contemplar cómo los sueños
alumbran las terrazas y los pórticos;
es escuchar cómo las flores
hablan sin cortapisas
de su orgullo de ser los vegetales
más hermosos;
es aspirar la noche
y sentir que humedece los pulmones
es descifrar las sombras
en los paredones inservibles;
es un aquí y allá
a la caza de metáforas nocturnas;
es andar, andar, andar,
sin tiempo ni medida.

Ver tus ojos, deveras,
Es estar otra vez en los dieciocho.

VIII

No llegamos a esta ciudad por temor al desierto,
ni nos ahuyentó el fragor de la cigarra
o la ventisca de las tres de la tarde
sino porque una vez, soñamos a esta ciudad
perdida entre la niebla
con el mar metiéndose por puertas y ventanas
en los atardeceres,
con el mar en las calles, en los parques,
en el pan, en el vino y en las conversaciones.

Esta ciudad,
donde los hombres no mueren
sino que se pierden o regresan al mar.

IX
Una noche cualquiera
quisiera quedar vacío de repente
y descubrirte, entonces, tal cual eres,
para que en mis adentros
no penetrara la mínima humedad,
ni la mínima luz,
ni el mínimo sonido;
descubrir que la tibieza de tu piel,
el brillo de tus ojos
y el temblor de tus huesos
son solamente reflejo de mis sueños;
que he estado predicando en el desierto
y construyendo espejismos sobre arenas hirvientes;
descubrir que eres el viento de la tarde;
que reconstruyes mis palabras
y las vas hilvanando en mis adentros.

Entonces quisiera quedarme callado para siempre,
Para no escuchar en ti mis propios ecos.

X

Toma un poema mío,
cualquiera,
y despójalo de todas sus palabras.

Si no me quieres, verás una hoja blanca
como tantas, en actitud de espera.

Pero si acaso me amas,
descubrirás que mi alma
está prendida en sus dobleces,
y que en su olor imperceptible
está mi piel, llamándote,
y que su necesidad de ser escrita
es igual a la necesidad que tengo
de tocarte.

XI
Que nos queramos tanto
y usted tenga que ser igual que todas;
levantarse a las seis de la mañana,
barrer las miserias de su casa,
hacer añicos la madrugada con su escoba
acomodar el día en los cajones
con la misma paciencia casi heróica.

Que nos queramos tanto
y yo sea uno más en el rebaño
que se rasura el sueño diariamente
saludando a un extraño ante el espejo.

Que nos queramos tanto
y descubramos que el mundo se divide
estúpidamente en tres comidas
y una pequeña siesta a media tarde.

XII

Tal vez el otoño esté cerca;
quizá nuestra avenida esté cubierta
de la hojarasca que siempre presentimos;
pero nuestro espíritu es rebelde todavía,
y en los pliegues de nuestra piel
el amor se da como circunstancia inevitable.
Tal vez esté cerca el otoño,
pero tú y yo estamos asidos a la luz
con manos y con dientes
e una espera irrenunciable,
asombrándonos cada vez más
ante las insolentes manifestaciones de la vida,
sin importarnos la agonía amarilla
de las buganvillas en los tejados rotos,
ni la rojura del mar en lontananza,
ni el dolor casi familiar de nuestros huesos.
Tú y yo, como hoy y como siempre,
tomados de la mano,
caminando por las mismas calles olvidadas
hechas de sal y espuma
de esta ciudad perdida en el oceáno.

XIII

Nunca he temido tanto una ventana
como en esta hora, huérfana de sonidos y de luces;
en esta hora en que el silencio
es oscuro y pesado como piedra;
en esta hora en que se agrandan
los mínimos hedores
y los minutos arrastran los pasos
y se alejan maldiciendo.

Porque una ventana significa
que la luz puede estallar cualquier minuto
y descubrirme desnudo entre las sábanas
rascándome el esqueleto con versos
que olvidaré mañana.

Porque una ventana, en medio de este desierto
significa que el mundo está afuera, vomitando,
trepándose a los autos,
o en cualquier bar,
urdiendo un asesinato a media noche.

Pero también nunca he amado tanto esta ventana
como en esta hora, solitaria,
porque tal vez, fuera de ella, a lo lejos,
exista otra ventana
por la que tú me llamas y me esperas.


XIV

Ser pájaro otra vez,
y sentir el apremio animal de alzar el vuelo,
y beberse en un segundo el infinito,
a bocanadas.

Ser pájaro otra vez,
es darse cuenta que el cielo no está arriba
sino abajo,
impasible, azul imperturbable,
liso, espejo incandescente,
y uno encima de él,
sin el menor resquicio de vergüenza,
sin el menor asomo
de querer volver a ser humano
solamente estar, quieto,
impávido, asombrado,
ante la música del viento.

Ser pájaro otra vez
es sentir en carne propia
que la vida es inconmensurablemente corta
un aleteo más, quizá,
un último graznido que se pierda,
dando tumbos, en los huecos del tiempo.

XV

Cuando el amor acaba
debemos de llorarlo quedamente,
como lloramos a nuestros muertos cotidianos;
debemos de vestir su cadáver inmóvil
y ponerle flores blancas en sus alas marchitas,
y después, llenar con su recuerdo
nuestras horas, ridículamente tristes y vacías.

Así debiera suceder;
pero en todos nosotros,
cuando el amor acaba
suele ser como un vaso que se rompe a pleno día,
o como una melodía que se apaga
en un desierto gélido y lejano,
o como una gaviota que envejece
en la punta del viento,
o como una flor que muere en la intemperie
o como un árbol que se rescabraja solitario
o como una herida que se cierra, lentamente
a puntadas de hastío…

XVI

Lo que me duele de ti
es que hayas dicho
que el mar no otra cosa
más que mar.

XVII

Destrúyeme si quieres,
que ante mi condición vegetal de estar inmóvil
e indefenso
antepongo la sabiduría del desierto.

No vencerás del todo
en esta guerra milenaria,
pues en la sed interior de la semilla
yazgo,
atisbándote,
esperando tu inevitable tiempo de aguas.



XVIII

Tal vez nuestro amor no fue así
pero así debió ser.
Porque ¿quién no nos dice que al despertar mañana
nos daremos cuenta que no nos conocemos?
que debemos buscarnos en los agujeros del desierto,
en el interior de la biznaga,
que debemos adivinarnos en las balizas y los muelles,
entre las balaustradas húmedas por la brisa,
en las calles desiertas,
en la sal de todos los caminos,
que debemos de presentirnos en la herrumbre de las
anclas,
en la carcoma de los árboles
o bajo el balastro de los terraplenes;
que debemos encontrarnos y enseñarle a los hombres
nuestra forma antiquísima de amar.

Crónicas del día



Revienta la vida, Maula, donde quiera,
debajo de cualquier piedra,
en cualquier flor, en cualquier hoja
y revienta el amor por consecuencia
y hasta en el rincón más oscuro
hay dos luciérnagas amándose
incendiándose
Se desborda la vida y el amor mueve
al día, lo hace avanzar, lo impulsa
y uno ve en los ojos de todo el mundo, Maula,
con qué amor se renace
y ves cómo se tienden puentes de amor
entre un día y otro
entre una distancia y otra
y ves cómo en torno al amor
la gente se reúne, se aglomera,
y cómo perciben que sólo el amor puede salvarles
por los siglos de los siglos.

Ve cómo la vida es puro amor,
Y tú y yo, Maula, olvidándonos…

Él la huele a distancia...



Él la huele a distancia, la presiente,
desnuda el espacio, detiene el tiempo,
hay tambores de guerra en su garganta
Se desliza entre el gentío como el aire
pesado, como en cámara lenta,
como en el eterno túnel de la muerte
la busca, como buscar la luz sobreviviente.
Ella toca su olor, lame el aire que lleva
su presencia, sus vísceras atadas al potro
de tormentos suplican, se retuercen,
quema y raspa el aire que inhala agonizante
las paredes del alma y sin embargo
baila su corazón en la punta del viento
una canción sabida y olvidada.
Los dos van acercándose y sin verse
van desandando camino tras camino
y van reconstruyendo los puentes que ayer
dinamitaron con adioses y lágrimas
y van levantando paredes carcomidas
por empapados nuncamases
y van recogiendo con sus trémulas manos
las huellas de alabastro que dejaron
por si había necesidad de reencontrarse
y se van encontrando y encontrándose
se cruzan como dos navíos sin luces en la noche
y detrás de ellos parvadas de pájaros marinos
que otean horizontes oscuros y distantes…

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Navegamos el sueño



Navegamos el sueño
montados en esta balsa
que son nuestros dos cuerpos abrazados
subimos y bajamos por montañas acuáticas,
a la deriva vamos seguidos por miriadas
de peces luminosos.
Dejamos atrás la silenciosa varazón
de ballenas suicidas en la noche
y con ternura zozobramos.
Una luna arriba y otra abajo nos persiguen
y nosotros ingrávidos flotamos
entre estos dos espejos temblorosos.
Nos dejamos llevar,
Nos alejamos del litoral repleto de arrecifes
como fantasmas blancos ellos, nosotros
como blancos fantasmas
deslizándose en este silencio que es la noche
en esta noche que es un silencio de agua,
yo soy tú, tú eres yo, somos nosotros
indisolubles, anclados uno al otro
con estos cuatro brazos que se abrazan
rodeamos algún arrecife solitario
que como sombra pasa
¿Qué llevamos por vela si estamos desnudos
ante este mundo mágico?
¿Qué cabo puede atarnos a la vida si juntos decidimos
arrojarnos al mar de madrugada
y hoy es noche, ya noche y proseguimos
en esta misma aventura enamorada…

COMO SI FUERA EL PRIMER DÍA












Publicado en Revista Alternativa en 1984



I
Mven Mas

Y después,
cuando acabemos con el tiempo
cuando destruyamos el espacio
estará alguien esperándonos
con las misma ternura
con que nosotros iniciamos este viaje…


II
Andrómeda, querida,
intempestivamente miré tus ojos y tu rostro
a millones de años luz de mi planeta,
tus pies desnudos hoyaban las arenas
de una playa rojiza.
Tu cabellera incandescente
parecía un pequeño sol sobre tus hombros
y tu boca llamándome, llamándome…

Andrómeda, querida,
el universo es algo así como un desierto,
y yo, sediento
bebí la savia de los cactos celestes
y me hice viejos tantas veces
para llegar a ti
que al posarme sobre las arenas movedizas
de tu playa vacía
descubrí que desde la tierra me mirabas…

III
Volver atrás
porque la vida es un espejo,
porque el tiempo es redondo como un globo,
y empezar donde empezaste muchas veces,
es decir, donde nunca empezaste.

Volver atrás,
como si fuera el primer día
y encontrarte agazapado en los rincones
con la misma actitud adolescente
de llorar porque llueve sobre el mundo.



IV
Te confieso
que ignoro si has llegado o si te has ido
que ignoro si esa manía
de verte suspendida en los relojes
es una actitud premonitoria
o un recuerdo
que ignoro si mis entrañas
resistan el esfuezo de convertirte en elemento
que he viajado a tus cosmos
donde una palabra tuya dura un siglo
y una idea un milenio
y después de todo esto
te confieso
que he querido escribirte
como acostumbran los poetas
sabiendo que es inútil
porque estás un segundo antes que el tiempo
y un segundo después.
Te confieso que en este momento me confundo
porque tal vez el tiempo es tan minúsculo
que ni siquiera te percibe
porque en este momento
todos los elementos ignorados
los vientos,
el calendario,
mis piernas,
mis pasos,
la tierra que devoro,
las arborescencias que me briotan,
el mar, que reboza la tierra
y la rebasa,
todo,
se ha convertido en caleidoscopio
que se niega a vestirse de colores
y a explotar como si fuera el primer día…

Te confieso
que te creo
que te siento
que te veo tan húmeda
como mis manos sobre el mundo
como tus abismos en mi cuerpo
como toda la energía del mundo en tus ojos
como las palabras en mis labios.
Tan húmeda
Que creo que tu habita inicial son los rincones
Del océano
Que tu procedencia son las sombras
Lo misterioso
Lo minúsculo
Lo desapercibido
Tan húmeda que cuando los abismos de desborden
se repetirán por todo el universo
un billon de veces
tu imagen
y tu nombre.

También puedes ver mi blog "El Terreno de la Loma" en: http://elterrenodelaloma.blogspot.com/



En el espacio interior de cada quien, hay un animal que sueña...