Era cuestión de echarnos, cada quien en su antípoda,
sobre su respectiva impavidez,
y observar las Oriónidas rasgar el denso velo de la noche.
Era sólo cosa de entrecerrar los ojos
y desfallecer nuestras manos, como muertas
sobre los pechos oprimidos
y adivinar los destellos en el lado oscuro
de la luna creciente,
y contener el aliento a duras penas para saltar sin miedo y despeñarse
en ese pozo tachonado de estrellas.
Sólo era cosa de trepar por ese cabo del silencio
hasta escuchar la música del cielo,
como una resaca luminosa sobre playas galácticas.
Era sólo cuestión de buscarnos como tizones cenicientos
para viajar a al punto sideral de nuestro origen.
Sólo era cuestión de buscarnos y encontrarnos…
NOTICIA 2369ª DESDE EL BAR: EL GOLFO DE MÉXICO
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